No se cómo aún, pero pude parar el tiempo. Supongo que fue porque lo deseé. O porque lo necesitaba. No quería que el reloj siguiera avanzando. Así que repetí y repetí mil veces en mi cabeza que ojalá se quedara todo así. Tan inocente como lo era yo con seis años. Pero justo paré el tiempo cuando soplaba las velas, las siete velas de la tarta. Creo que durante el poco tiempo en el que no avanzaban los minutos, las horas, los segundos, pude contar que solo había apagado 6 velas. Así que no se si en ese momento había parado el tiempo, o si había retrocedido justo un año atrás. Quise que todo se hubiera quedado como entonces: ropa cursi, muñecas en la cama, miedos nocturnos que acaban siendo noches en la cama de mis padres -papis entonces- , sin ajetreos, ni exámenes, ni obligaciones... ¡Era tan perfecto! Pero es ley de vida crecer y madurar y darse cuenta de las cosas. No pude contar el rato en el que no avanzaba el tiempo, pero no fue mucho. Y ahora mismo, volvería a pararlo para reflexionar. Para ver qué es lo que soy y qué es lo que son los demás. Para pensar en qué quiero y en qué no quiero. Pero creo que todo fue fruto de mi imaginación. Aunque entonces aprendí que no está mal que de vez en cuando paremos un momento y pensemos.