Es curioso cómo cambian las cosas. Ahora sí, ahora no. Ahora estoy. Ahora no estoy. Ahora ya no está. Ahora ya se ha ido. Se ha marchado lejos. Puede que a 100.000 millas. O quizás más. Puede que vuelva. O puede que no. Yo no me rindo. Le estaré esperando siempre. A lo mejor la espera no sirva para nada, pero yo no bajo los brazos, no agacho la cabeza, yo, simplemente, espero. Espero al día en que me llame y me diga: “¡Eh, qué ya estoy cerca! Que ya estoy llegando! Espero y espero. Espero y vuelvo a esperar. Es deprimente viajar en el coche y que ya no esté a tu lado. Ves pasar prados. Algunos verdes, otros color ocre, prados al fin y al cabo. A veces esperas en la estación, y entonces es cuando te da por pensar. Él te entendía. ¿Por qué tuvo que marchar? No se lo perdonaré nunca. Pero sé que si vuelve, recaeré. Le daré un fuerte abrazo i me perderé entre sus brazos. Luego le contaré mil cosas. ¡Mil! Desde que marchó me han pasado mil y más. Entonces le contaré mil y más historias. Llega el tren. Debo subirme y cambiar el rumbo. Puede que vaya a buscarte. Bueno, no. Porque ya he dicho que estas lejos. No se puede llegar en tren. Pero… ¿Volverás? No lo dudo. Sé que no me has podio abandonar aquí. En este mundo de inseguridad y de hipocresía, que sabes que da miedo y que no me gusta. Porque quieres lo mejor para mi, y esto no lo es. Lo sabes. La espera se me hace larga. Ahora, sentada en el vagón. Aburrida, como siempre. Me quedo dormida. Normal, no tenía nada mejor que hacer. En realidad sí, pensar en ti. Ahora ya no, ahora ya, duermo. Noto un pequeño tamboreo en el asiento. Acto seguido, para el vagón. Me despierto y me suena el móvil.
¿Si?
-¡Eh, Qué ya estoy cerca! ¡Que ya estoy llegando!
Es entonces cuando lo veo en la estación. Le doy un abrazo y me fundo en sus brazos. Le cuento mil y más cosas. Al final la espera ha valido la pena.
Fran, no te marches nunca más. No me dejes sola en este mundo de inseguridad y de hipocresía, sabes que me da miedo y que no me gusta.
Sandra.