Cuando te marchaste algo dentro mío
murió. Ahora que lo pienso en frío, me supongo que es algo normal: cuando algo
que ha formado parte de tu vida durante muchos años se va, algo en tu interior
se apaga, se marchita, como una flor cuando pasa la primavera y llega el
otoño...
No me había dado cuenta de que se
había ido yendo poco a poco. Quizás fue mi culpa por no aprovechar los últimos
suspiros, o los primeros suspiros también... o ya puestos, creo que debería
haber aprovechado todos y cada uno de esos segundos. Algunos había sido
imposible por falta de tiempo, o de ganas, o de ambos... aunque siempre hacía
un huequecito para disfrutarte...
Ahora que ya no estás es cuando
más cosas se me ocurren para hacer, para vivir contigo. Pero se me hace un poco
difícil en esta etapa sin estar contigo, sin estar en ti. Aun que sepas,
compañera, que todo aquello que te prometí pienso cumplirlo.
Creo que me toca dar portazo, cerrar las
ventanas, las cortinas y las persianas, cambiar de muebles, de estilo… ir a la
peluquería y cambiarme el look…
Quiero darme cuenta y suena el teléfono.
Voy a ser abuela. La dulce flor de primavera, se marchitó en verano, llegó el
otoño y ahora ya es invierno.