De
pequeña, los viajes en tren me aburrían. Se me hacían largos y pesados. Mis
padres no me dejaban levantarme del sitio y no podía hablar fuerte para no
molestar al resto de pasajeros.
Ahora,
los viajes en tren sí que me gustan. Si los hago con amigas son trayectos
cortos y amenos, converso y me rio. Si los hago sola, son minutos u horas que
me dedico a mí misma: leo, escucho música… Incluso a veces tengo la suerte de que se vea un bonito paisaje por la ventana y entonces ya sí que... desconexión total.
Mañana me espera
un largo trayecto sola, para mí. La maleta ya está lista: un par de bocadillos
por si el hambre acecha, una gran botella de agua, una larga lista de
reproducción en el iPod y un buen libro. ¡Buen viaje!
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