11 de desembre 2012

Día a día


Hay días en que los pro­ble­mas, co­mo cuen­tas de ro­sa­rio, se ciñen a la gar­gan­ta, anu­dan las pa­la­bras y cie­gan la mi­ra­da. Son días en los que pen­sar en el fu­tu­ro due­le tan­to que nu­bla la fa­cul­tad de ra­zo­nar; días en los que la lí­nea del ho­ri­zon­te no se vis­lum­bra, tan so­lo un tra­zo ne­gro so­bre un fon­do ne­gro. Son días que, pa­ra de­ma­sia­das per­so­nas, se han con­ver­ti­do en se­ma­nas, me­ses, años in­clu­so. Es el tiempo en qué la desesperación se lanza por la ventana delante de la inminencia de un desahucio en qué las facturas impagadas enredan un laberinto sin salida, en qué se cuenta por horas el momento de bajar la persiana... Adiós a las ilusiones, adiós a los sueños. Mirar a los hijos también duele. Porqué crece el temor de no poder ofrecer nada del que un día fue imaginado y que esto acabe siendo un pozo insaciable que lo engulla todo. I entonces, cuando domina la inquietud, cuando atormenta a un pasado que se escapó. La tristeza amenaza de convertirse en la única compañía. La depresión aumenta a medida que se ennegrece el futuro, que crece la impotencia, que se dispara la angustia. Las calles engalanadas gritando al consumo de vuelven una burla para aquello que teme que el asfalto sea su última estación. Sólo queda pensar en el presente. Enlazar una cuerda de salvamento hecha del día a día. Libre del pasado y de un futuro que aún no existe. Puede que así, libres del miedo, podremos pintar un futuro de esperanza.


Emma Riverola, El Periódico de Cataluña 11/12/2012