01 d’abril 2013

Poniendo la mesa


Me toca poner la mesa: cuatro tenedores, cuatro cuchillos, cuatro vasos, pan, servilletas, agua, ketchup y alioli. Lo he cogido todo a la vez de la cocina acordándome del dicho quién mucho abarca poco aprieta y temiendo la precipitación de todo lo que llevaba. Haciendo un poco de malabarismos he conseguido que todo llegara sano y salvo a la mesa.

He doblado cuatro servilletas cuadradas por la mitad formando cuatro triángulos y las he puesto en los cuatro sitios con la punta apuntando hacia fuera, como debe ser. Después he colocado los cubiertos: mi padre y yo usamos cubiertos diferentes porque nos gustan más –los nuestros también son diferentes entre sí. Esta vez no le he puesto sus cubiertos para rabiarle (he, he). Los tenedores en el lado de dentro y los cuchillos mirando hacia el plato. De los cuatro vasos, dos me transmiten un aire más femenino y, como es lógico, me pongo uno de ellos y el otro a mi madre. El pan en el sitio de siempre, el agua en el centro y los condimentos al lado del agua. Todo listo para comer.

Aún quedaban unos minutos para servir la comida así que me he sentado en el sofá y a mi padre no le ha faltado tiempo para reponer la mesa: ha cambiado la dirección de las servilletas de fuera a dentro, ha invertido los cubiertos, ha cambiado el vaso de mi madre por el de mi hermano (parece ser que a él no le transmite el mismo aire femenino que a mí) y el pan lo ha cambiado de lado. Todo mi yo ha empezado a llenarse de rabia debido al desorden de la mesa*.

¡A comeeeeer! Nos hemos sentado dispuestos a comer y…
-Laura, ¿me cambias el cuchillo?
-¿?¿?¿?¿?
-Éste es de sierra –con un tono persuasivo.

¡Ha ha ha! Yo me río disimuladamente, victoriosa.

Mi madre se lo ha cambiado y ahora él, orgulloso y contento, se come la butifarra partida por la mitad porque así parece que come más, dice.

¡Qué aproveche!




*Parece ser que he heredado el perfeccionismo (no perfección) de mi padre… me alegro de no haber heredado muchas cosas más… ;-D 

1 comentari:

Amadeo Frix ha dit...

Nunca hubiera pensado que existieran tantos códigos de la buena mesa. Morir y aprender